jueves, 22 de octubre de 2020

Prompt 18: la tierra como elemento

Nada más entrar al recinto, lo que más curioso me parece es el sol resplandeciente que hace. Normalmente, en estas circunstancias, parece lo lógico que el cielo esté nublado, grisáceo, oscuro. 

No tiene por qué, claro. De hecho, apenas son mediados de octubre y el sol calienta lo suficiente como para no pasar frío sin chaqueta. 

Todos andamos con paso lento, siguiendo el coche —un coche con un diseño horrendo, a mi parecer. ¿Qué más dará eso en este momento?, me reprocho a mí misma. 

Tampoco sé muy bien en qué ir pensando mientras caminamos entre las lápidas. Alguien por detrás comenta: «Mira, las de la derecha son blancas y las de la izquierda son grises». Me hace gracia darme cuenta de que no soy la única a la que le vienen pensamientos completamente aleatorios.

Por fin, el coche se para, y nosotros detrás de él. Estamos justo al fondo de todo el cementerio, y me da coraje. ¿No había ningún hueco antes? Me da la sensación de que le han relegado al final, al último hueco que hay en todo el recinto.

Hay cuatro hombres sobre un gran agujero abierto en la tierra. Los cuatro llevan uniformes, con pantalones de chándal azules y sudaderas a juego. Miran el coche expectantes, y ayudan a sacar el ataúd. Tardan un poco en colocarlo bien para poder bajarlo, y uno de los hombres grita al resto para que lo pongan correctamente. Me da la sensación de que no están procesando realmente lo que está pasando aquí, ya que esta es su rutina, su trabajo. No les importa de verdad. 

Me pregunto si lo que yo estoy sintiendo me asemeja más a ellos o al resto de familiares a mi alrededor. No siento culpa por no estar devastada: ya he trabajado en eso desde que me dieron la noticia, y sé que no puedo controlar lo que siento. Tiene sentido que no esté así; después de todo, el vínculo no era muy cercano, y él tampoco había sido una persona excepcionalmente buena en vida. Estoy triste por la pérdida y los buenos recuerdos, pero no estoy devastada. No me duele. 

El cura termina de dar su discurso. Unas palabras de consuelo a la familia que me parecen vacías. ¿Cómo sabes si lo que estás diciendo es verdad? Ni siquiera le conocías de nada. No sabes si Dios le ha llamado a su lado. Es más, si creyera en eso, no estoy segura de que fuera a ser Dios quien le llamara. 

Los hombres usan las dos cuerdas para bajar el ataúd al agujero. 

Y ahí empieza un ritual que me parece ridículo, incluso un poco cruel. No sé, quizás es bueno y soy yo que no lo entiendo. 

Los cuatro hombres cogen sus palas y empiezan a echar tierra. De forma rítmica, continuada y un poco robótica. 

Uno de ellos, el que está de espaldas a nosotros, se agacha y se ve que se le caen los pantalones. Se le ve un poco la raja del culo. Me dan ganas de gritarle algo, pero en su lugar me da la risa floja y mi hermano me da un codazo. 

Mi madre empieza a llorar, y me separo de mi hermano para ir con ella. Me gusta ver que mi padre tiene una mano en su hombro para consolarla, y los dos la rodeamos mientras llora. Todos estamos mirando en silencio a esos hombres desconocidos que echan tierra distraídamente sobre una caja cerrada y, de alguna manera, vacía. 

Lo peor empieza cuando los hombres empiezan a raspar las palas contra el cemento, para no dejarse nada de tierra fuera. El ruido que hacen cada vez que golpean el suelo, tan resonante y basto, me parece ofensivo. 

No entiendo por qué se hace esto. No entiendo qué se supone que va a ganar la gente viendo esto. Supongo que debe ser una especie de ritual para ser capaz de pasar página, de cerrar ese capítulo definitivamente, pero en ese momento no paro de pensar que debe de haber una manera mejor de hacerlo. Algo menos tosco. 

¿Hay algo que no estoy entendiendo? ¿De verdad estoy tan separada de ese momento que me estoy perdiendo algo fundamental, que estoy criticando o desaprobando algo que literalmente todo el mundo ve como bueno y necesario?

Mi padre le dice a mi madre que si se quiere ir. Ella responde que no, que aún sigue habiendo mucha gente de la familia allí, que está feo. Me hace preguntarme si realmente esto le está viniendo bien, o está soportando un mal trago solo por quedar bien frente a su familia. Una familia que, salvo un par de personas, no la han apoyado desde que se murieron mi abuela y mi tía. Es más, algunos incluso han hecho lo contrario. 

Yo no digo nada. Simplemente me quedo allí abrazada, disimulando una mueca cada vez que la pala choca contra el cemento, y pensando que por lo menos el sonido de la tierra cayendo sobre más tierra me parece agradable. Mirando el cielo despejado. Yo no sé de pájaros, pero me da la sensación de que pasa una paloma por encima de nosotros. Tampoco conozco muy bien la Biblia, pero me da la sensación de que eso debería ser una especie de símbolo de esperanza, un mensaje tranquilizador. Pero bueno, quizás es tan solo una paloma. Quizás ni siquiera es una paloma.

Por fin terminan de echar toda la tierra. Se han esmerado mucho, rascando el dichoso hormigón, y apenas queda un poco de polvo alrededor. 

—Hala, esto ya está —dice uno de los hombres. 

El cura se despide y nos da el pésame y nos desea mucho ánimo. Me parece un buen hombre, y le sonrío.

Los otros hombres se alejan en parejas. 

—Ya les dejamos —dice uno—. Pasen buen día. 

Ni «lo siento mucho», ni «ánimo», ni «les acompaño en el sentimiento». «Pasen buen día». De nuevo me da la sensación de que no procesan del todo lo que hacen. 

Y allí nos quedamos todos un rato más, mirando un montón de tierra removida que oculta lo último que queda de una persona. Mi prima se acerca y coloca mejor un centro de flores. Mi madre se seca los ojos sin apartar la mirada del dichoso montón de tierra. 

Me gustaría que no tuviéramos que hacer eso. Me gustaría que eso se hiciera sin nosotros, y pudiéramos venir a ver directamente una cruz, una lápida o el símbolo que mi madre y su hermano elijan para poner. 

Pero ya está hecho. 

Y al final nos vamos. Los pájaros siguen cantando, las flores siguen mirándonos con sus colores brillantes, y el sol sigue calentando nuestras cabezas, como si no hubiera pasado nada. Y allí se queda el montón de tierra. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario