viernes, 22 de noviembre de 2019

Soy artista, pero solo es un hobbie


Hace unas semanas tuve un periodo en el que estaba muy motivada escribiendo una de mis historias. Esta historia se suponía que la iba a enviar a un concurso editorial el uno de septiembre, pero justo acababa de llegar al Erasmus y me fue imposible. Así que la fui posponiendo y posponiendo, como suelo hacer con estas cosas, hasta que me puse seria conmigo misma y forcé a mis musas a que llegaran todas en tropel, a punta de cuenta atrás de la página oficial del NaNoWriMo para tener algún deadline que me obligara a trabajar.
Y todo fue bien. Genial, de hecho. Aún no está terminada, pero llegué a las quince mil palabras, que era mi objetivo. Solo me queda terminar la última parte y editarla para que al fin esté terminada.
Fue en algún momento por ahí cuando me di cuenta de una cosa. Si de verdad quería tener algún futuro en el mundo de la ficción, si de verdad quería algún día poder dedicarme a eso, iba a tener que tomármelo realmente en serio.
Y llegué a la pregunta:
¿Si algún día me pongo otro de estos retos, y un día antes de que termine mi plazo me dice alguien de quedar —alguien interesante, como mi novio o mis amigos cercanos, no cualquier persona—, realmente voy a decir que no por terminar un proyecto que yo misma me he propuesto?
Y la respuesta fue que probablemente no.
Eso me enfadó. Me enfadó bastante conmigo misma, porque no puedo pretender que la gente me tome en serio cuando ni siquiera yo me tomo en serio y le doy importancia a lo que hago.
Ahí me di cuenta de que quizás no era solo yo la que se sentía así. Recordé todos los comentarios de autores, dibujantes y demás artistas que sigo en mis redes sociales y tengo en mi círculo de amigos, y me di cuenta de que puede que haya un problema recurrente por debajo de todo esto.
Siempre nos inculcan la idea de que lo que hacemos no vale para nada si no cobramos por ello.
En el momento en el que hay una comisión, o un contrato de por medio, ahí nadie tiene problemas en decir “ah, no, hoy no puedo salir”, o “no me voy a poner a ver esta serie porque tengo que terminar el encargo”. Porque nos están dando un pago, algo que sí nos parece realmente serio.
¿Pero qué pasa antes de que empecemos a ganar por lo que creamos? ¿Qué pasa con toda esa gente que solo necesitaría un par de meses de esfuerzo y centrarse para empezar a ganar dinero, pero que como en este momento no lo gana, siente que lo que hace “no es para tanto” y no le da importancia?
Y, aunque no pretendamos cobrar por ello, aunque nuestro objetivo tan solo sea crear algo para nosotros mismos o para entretener o alegrar a nuestro alrededor. ¿Por qué no es eso importante? ¿Por qué no merece la pena como para poner un poco de esfuerzo y tiempo?
Tengo la sensación de que a todos los artistas se les ha enseñado que, o eres muy bueno en lo que haces, o lo que haces es una pérdida de tiempo. Y eso se nos ha ido metiendo dentro de la cabeza a todos. A todos los que empiezan pero dicen que solo es un hobbie, o un pasatiempo, o algo que les gustaría hacer “pero sé que de esto no puedo vivir”. Como si lo que hacen fuera menos valioso por ser un hobbie, un pasatiempo, o no fuera una fuente enorme de ingresos.
Así que el objetivo de este post es decirle a todos los artistas que me vayan a leer, y sobre todo a mí misma, que lo que hago vale la pena. Que lo merece. Que es algo importante, y que aunque no gane dinero, mi vida va a ganar algo una vez que lo termine. Puede ser una experiencia tremente, aunque solo sea para darme confianza —o como me hace gracia llamar a los proyectos a veces, puntos de experiencia de artista.
No es nada malo decir a alguien que no vas a quedar ese día porque te has propuesto terminar un dibujo esa noche, o un relato corto. No es malo forzarte a ello, porque todos sabemos que no es fácil ponerse siempre y terminar las cosas. Es algo con lo que hay que luchar día a día, porque los que tienen inspiración y ganas continuamente son la excepción, pero no la regla. Y eso no es nada malo.
Tampoco es malo que crear arte, de cualquier tipo, sea un hobbie. No pasa nada si tienes un trabajo de ocho horas diarias y haces dos encargos de veinte euros al mes. Aunque solo sean dos, ya es algo que tú y otra persona va a disfrutar. Ya es algo que todos ganan. Aunque suene cliché, creo que es algo que el mundo gana.
Las cosas bonitas, las que te dan motivación y ganas de pasar los días, siempre merecen la pena. Sea lo que sea.

martes, 19 de noviembre de 2019

Consumismo de personas


Originalmente yo iba a venir aquí a hablar de cómo la gente de Erasmus o de las ciudades universitarias solo tenía una (1) única idea en mente. Quería hablar de cómo parecía que todos simplemente buscaban comerle la boca a alguien, y lo que surja. De que una vez mi amiga se puso triste al final de la noche porque ese día, esa semana, no había conseguido liarse con nadie.
Y sí es cierto que voy a hablar de todo eso, porque me está pareciendo una experiencia curiosa, pero después de un tiempo me he dado cuenta de que esa dinámica de impaciencia, de casi desesperación por el contacto, se aplica a más cosas que las relacionadas con el sexo, a pesar de que esas creo que son las más llamativas.
Para empezar, una de las primeras veces que salí en este país terminé yéndome a casa pronto porque todos mis amigos literalmente se estaban liando entre ellos. Fue gracioso, la verdad, porque encima dos de ellos habían empezado liándose y terminaron haciendo un trío con una tercera del grupo (luego hubo movidas porque querían una relación poliamorosa pero no funcionó y demás, pero esa es otra historia).
El caso es que ese día yo había estado muy ilusionada. Normalmente no puedo ir tanto de fiesta como me gustaría, sobre todo porque eso conllevaría lidiar con mis padres mucho más de lo que me gustaría. Y, ahora, por fin en un país lejano, independiente, podía salir cuando quisiera hasta cuando quisiera.
Y me estaba volviendo a las doce y media a casa porque mis amigos estaban más interesados en comerse las caras entre ellos.
Fue algo agridulce, porque sinceramente es una buenísima historia que contar, pero en el momento sentí que les importaba más eso que estar con amigos AKA yo que teniendo pareja (una muy agradable) pues no estaba interesada en esos tejemanejes.
Después de eso, las siguientes fiestas fueron mejores pero en parte no muy diferentes. En todas siempre me encontraba a alguna de mis amigas liándose con alguien aleatorio cada vez que me daba la vuelta. O entre ellas. O entre ellas y con otro chaval mientras yo estaba encerrada con los tres en un espacio reducido.
Pero bueno, estoy bien.
Eso, junto con las historias esperpénticas y clichés que me contaba mi amiga Rocío (que es mi colaboradora en otro blog en el que también hablamos de cosas Erasmus, y se llama [link]), pues empezaba a tener bastante claro que la gente en estos sitios no tenía como prioridad precisamente la de la amistad.
Sin embargo, como dije al principio, últimamente me he estado dando cuenta de otra cosa que creo que está bastante ligada a todo esto.
Ahora que llevo casi la mitad de mi estancia en este país, me he dado cuenta del frenesí con el que suceden todas las relaciones. Es como si todo el mundo supiera implícitamente que su tiempo con las personas de su alrededor es limitado, muchas veces incluso bastante corto, y es por eso que todo resulta tan intenso. Es por eso que la gente se vuelve íntima tras solo horas o días de conocerse, ya sea de una manera sexual o simplemente de amistad.
Una de esas chicas de las que hablo, tras tan solo una semana de conocernos, ya me estaba diciendo que me quería y que creía que nuestras almas eran hermanas (fue muy lindo sinceramente y obviamente le correspondí igual, pero es solo para que veáis).
Me he dado cuenta de que es muy probable que no vea a muchos de los amigos que ahora veo cada semana cuando me vuelva a España. Y no solo en mucho tiempo, sino que puede que nunca. Es algo que sé desde el principio, porque es muy difícil mantener una amistad para siempre con tanta distancia —y más siendo pobre. Y creo que es algo que todos sabemos, pero nadie lo menciona.
Quizá nadie quiere realmente pararse a pensarlo, prefieren que sea algo implícito, un impulso que les lleva a profundizar más rápido de lo que harían si supieran que tienen todo el tiempo del mundo para conocer a alguien. Aunque sepan que, aunque se encariñen mucho de todas esas personas, es muy probable que en el futuro las vayan a perder.
Ahora mismo se me hace rarísimo e imposible no ver a mis amigas dentro de unos meses, solo tenerlas como alguien que ve mis stories y que de vez en cuando me responde a los snaps, hasta que las respuestas y las visualizaciones se hagan cada vez más esporádicas y, finalmente, desaparezcan.
El otro día me pasó, pensando en lo emocionada que estaba porque creí que realmente había hecho un amigo de verdad aquí, un amigo en masculino. Esa es una de las cosas que más difíciles me parecían, porque juro que me da la sensación de que los tíos aquí se pasan el día con la p*lla apuntando y dirigiendo a quién tienen que hablarle.
Pero estaba (y estoy) muy emocionada por el prospecto de haber conocido a un chico con el que pueda pasar el rato y quedar sin tener que estar preocupada por si tiene segundas intenciones, alguien que si le digo que tengo novio no me vaya a responder “bueno, no soy celoso”, “bueno, ¿pero él está aquí?”, “bueno, mejor”, o cualquier otra excusa de mierda que empiece por “bueno” —que, por cierto, esas tres son reales y han pasado, muy a mi pesar.
El caso es que me puse a pensar, que por mucho que esa relación de amistad fuera a prosperar, solo iba a durar dos o tres meses. Solo iba a poder hacer esos planes chulos durante un puñado de semanas, y luego ya me vuelvo a casa. Y ya solo quedarían las fotos, los recuerdos, y los “tenemos que ponernos de acuerdo y quedar para vernos en algún momento”.
Este es el ejemplo más dramático, porque al ser más reciente que lo de mis amigas con las que ya llevo quedando un par de meses, me chocó bastante más esta idea, y por eso estoy ahora aquí hablando de eso.
Y puede que también por eso la gente solo busca comerle la boca a mucha gente, lanzarse de cabeza a cada persona que les parece atractiva, o hacer amigos íntimos que sean “hermanas de alma”. Quizá lo que se busca aquí es cualquier relación afectiva dura, intensa, y significativa, antes de que el tiempo se acabe. Porque no es precisamente lo que más tenemos.
Yo vine aquí a quejarme de que sentía que casi todos mis amigos parecían más interesados en comerle la boca a alguien que en estar conmigo, pero supongo que todos estamos aquí buscando lo mismo: una intensidad que valga la pena cuando lo único que quede sea el recuerdo.