lunes, 6 de abril de 2020

Prompt 10: Disfraces

The eyes, chico, they never lie
Clara le dio un trago a su copa mientras escuchaba la conversación de sus amigos, pero no estaba prestando demasiada atención. Era la primera vez que todos iban tan elegantes a un evento, todos eran mucho más de ir a discotecas guarras o botellones cutres, y vestir de chándal.
Pero ahora allí estaban, en medio de una fiesta de máscaras organizada por la
Facultad de Económicas de su universidad. Normalmente ni se les hubiera pasado por la cabeza ir, pero la novia de uno de sus amigos les había dado entradas y todos se habían emocionado mucho con eso de tener que ir con máscaras y vestidos emperifollados, como si fuera de una película.
Aunque bueno, el fin era el mismo. Ya eran las doce y todos se habían tomado varias copas, así que Clara calculaba que para dentro de una hora ya estarían todos perreando aunque la música no fuera precisamente el último disco de Bad bunny.
Solo esperaba que el resto de estudiantes de allí hicieran lo mismo para que su grupo no fuera el único haciendo el ridículo en aquella fiesta.
De repente, su mirada se chocó con la de alguien al otro lado de la sala. Era una chica de piel morena, con un vestido carmesí que tenía un escote en v hasta el ombligo y era ceñido hasta la cintura para luego caer en ondas casi hasta el suelo. Llevaba unas plataformas negras. Tenía el pelo negro rizado y suelto, y le llegaba por los hombros. Sus ojos oscuros estaban maquillados con intensidad para destacar por debajo de la máscara negra con bordes dorados que llevaba. Sus labios oscuros estaban torcidos en una sonrisa.
Y la estaba mirando a ella.
Clara automáticamente desvió la mirada, y esperó que no se notara que se había sonrojado. La había pillado observándola, fijo.
Madre mía, qué vergüenza. 
Se propuso no volver a mirar para comprobar si la chica seguía mirando, y trató de prestar atención a lo que sus amigos estaban hablando.


Tania caminó entre el gentío intentando encontrar a su grupo de amigos. Se le había hecho tarde porque los zapatos que se había comprado para la ocasión habían empezado a apretarle antes de salir de casa, y había tomado la sabia decisión de ponerse otros; pero había tenido que estar un buen rato buscándolos.
Le pareció ver a su amiga Diana al fondo de la sala, así que se acercó hacia allí con paso rápido.
Mientras andaba, iba observando toda la gente que ya había allí. Aún entrarían más en las siguientes horas, pero no creía que se fuera a llenar demasiado.
Entonces su mirada se topó con un vestido color azul cielo intenso que brillaba con detalles plateados en la cintura. La chica que lo llevaba tenía el pelo cobrizo en un medio recogido en la nuca con un broche plateado, y la melena ondulada le llegaba casi hasta la mitad de la espalda. Sostenía un vaso medio lleno en la mano mientras la gente de su círculo hablaba, pero ella parecía algo distraída.
La chica empezó a girarse, inspeccionando sus alrededores con curiosidad, hasta que se topó con ella.
Tania casi pudo jurar que los ojos claros de la chica se agrandaron un poco tras la máscara plateada, pero no quería hacerse ilusiones.
Se quedó mirándola un poco después de que la otra ya se hubiera girado, pero en seguida siguió su camino hasta su grupo de amigas.
Todas tenían más vasos en las manos, y se metieron con ella en cuanto la vieron llegar por ir tan tarde.
―¡Aleluya! ―se burló Diana, pero le tendió un vaso lleno de vino blanco con sprite.

La siguiente vez que sus miradas coincidieron, la chica del vestido azul se estaba riendo. Tenía los labios pintados de un rojo claro, y Tania pensó que lo que de verdad tenía era una sonrisa preciosa. Las dos desviaron la mirada segundos después de un par de segundos, pero sus corazones siguieron acelerados otro par.
Según los estudiantes iban bebiendo más y más, y según el volumen de la música iba mejorando y ponían canciones más movidas, la gente empezó a moverse por la sala y a bailar unos con otros.
Tania saludó a varios de sus amigos de clase que había tenido en su primer año de económicas, justo antes de dejar la carrera, y estuvo un rato con cada uno de ellos poniéndose al día. Por un rato, se olvidó de la chica del vestido azul. Cuando volvió a recordarla, no la encontró por ninguna parte.

Clara olvidó varias veces su intención de no volver a mirar a la chica que la había pillado antes. Otras veces, sintió la mirada de la morena sobre sí misma, pero pensó que serían imaginaciones suyas y se resistió a comprobarlo.
Después de una hora, ya se había bebido varios vasos de vino tinto, y empezaba a reírse de todos los chistes de sus amigos. Incluso de los de Toni, que siempre eran malísimos.
Estuvo bailando un rato con todos ellos, pero le agradó ver que el resto de gente allí también había empezado a soltarse y a bailar. Supuso que al principio, con tanto ambiente y postureo, había sido más tenso.
Marta le cogió de la mano y tiró de ella.
―¿Qué haces?
―Acompáñame a por otra copa, y así te coges tú también.
Casi todos los demás las siguieron.
Clara echó un vistazo sin querer por la sala, pero no encontró a la chica del vestido rojo.
Cuando llegaron a la barra, se la encontró de frente.
Sus miradas volvieron a encontrarse.

Tania pensó que ese era su momento.
Sin quitarle los ojos de encima, se acercó a la chica y a su grupo.
―Hola, perdón ―saludó, con una sonrisa amable. Estaba lo suficientemente achispada como para atreverse a hacer eso, aparentemente―. ¿Quién es el último para pedir?
―¿Tania?
Un momento. Conocía esa voz. Tania miró a la chica castaña y se acercó a darle un gran abrazo.
―¡Hola Lucía! ¿Cómo estás?
Charlaron durante un rato, aunque era obvio que hacía mucho que no hablaban porque ninguna de las dos sabían muy bien qué decir. Es que Tania ni siquiera estaba allí para conversar con ella, para empezar.
Por suerte, la chica del vestido blanco en seguida le dio la excusa que buscaba.

Clara estaba muy nerviosa mientras la chica morena hablaba con Lucía.
Para su desesperación, empezó a sentir que tenía ganas de hacer pis, no sabía si por los nervios o por los vasos que ya llevaba bebidos.
Así que decidió excusarse e ir corriendo al baño. Con un poco de suerte, la chica aún seguiría por allí cuando volviera, y sino le preguntaría a Lucía por ella.
Pero para su sorpresa, la morena respondió:
―Ay, yo también tenía que ir. Te acompaño.

Las dos caminaron hacia el baño teniendo una conversación agradable pero tensa. Clara había visto las miradas que Tania le echaba, y Tania no se estaba cortando nada en tratar de dejar claras sus intenciones.
Cuando Clara salió del baño, Tania seguía allí de pie.
―¿Ya has pasado?
Tania la miró con un brillo travieso en los ojos.
―Mira, te voy a ser honesta. No tenía que ir al baño.
―Oh ―Clara sintió que se sonrojaba, y en su estómago explotaron miles de mariposas. Ambas se sostuvieron la mirada durante lo que le parecieron minutos, hasta que la tensión se le hizo demasiado.
Sintió que Tania estaba esperando alguna clase de respuesta.
―Entonces... ―fue lo único que atinó a decir.
Y lo único que hizo falta, porque al siguiente momento Tania ya se había lanzado, y la estaba besando tal y como sus miradas durante toda la noche le habían presagiado.
Las dos se quedaron allí durante mucho rato, hasta que una de las chicas que salió del baño carraspeó, probablemente un poco incómoda, y ambas se apartaron.
Tania la miró con una emoción extraña, y Clara se tensó.
―Oye... ―se rio un poco histérica― No te lo he preguntado. ¿Cómo te llamas?


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