sábado, 28 de marzo de 2020

Prompt 6: Ningún gerundio

Una última vez
Sentí una sensación familiar según perdía la consciencia.  Era como un cosquilleo por las extremidades, una sensación de que algo no iba como debía.
Hacía varios años que no me pasaba, que no sufría una parálisis del sueño.
Una parte de mí estaba sorprendido: no entendía por qué ahora, por qué me pasaba de nuevo. Pensé que, una vez que pasara la adolescencia, me habría librado por completo de la dichosa parálisis, con sus dichosas sombras y sonidos y visiones inquietantes.
Sin embargo, intenté mantener controlada mi respiración y conté hacia atrás desde cien, de tres en tres, tal como había aprendido en un blog sobre alguien a quien le pasaba esto casi cada noche. Había funcionado hacía cuatro años, no entendía por qué iba a ser diferente ahora.
También intenté mover los dedos de los pies. Había leído en alguna parte que eso ayudaba a salir de la parálisis, y por intentarlo que no quedara.
Así que respiré. Conté. Intenté mover el dedo.
Seguí durante varios minutos.
Terminé los cien. Los repetí, y la tercera vez empecé por trescientos.
Tuve mucho cuidado de no pensar en la inmovilidad que sentía en todo mi cuerpo, en la sensación de que mi cuerpo no era mío, no era más que una cárcel que había colapsado y no me dejaba moverme.
Sobre todo, tuve mucho cuidado de mantener bien alejados los pensamientos fatalistas que me decían que iba a morir allí. Que algo iba a pasar y no iba a poder despertarme del todo. Nunca.
Pero nada de eso funcionó así que, después de lo que me parecieron horas, abrí finalmente los ojos. Decidí que si mi cuerpo quería que experimentara toda la parálisis antes de poder salir del maldito trance, pues que así fuera. Cuanto antes pasara, antes podría volver a dormir.
En pocos segundos vi algo moverse por el rabillo del ojo. Intenté girar la cabeza pero, claro, una de las cosas que tiene la parálisis es que no te deja mover ninguna parte del cuerpo, solo abrir los ojos.
Poco a poco, la sombra se volvió cada vez más claras en la periferia. Estaba de pie en la puerta de mi habitación, y se había quedado quieta. Empecé a escuchar una respiración profunda, pesada pero tranquila. Yo desde luego no era.
Me tensé. Era inevitable. A pesar de que sabía que todo eso era producto de mi cerebro adormilado, no podía no tener miedo. Tan solo quería que eso acabara, despertar, hacerme una tila y tratar de distraerme con memes o algo en mi móvil. Tenía mucha prisa en pasar por eso. Y bastante miedo, cada vez más.
La sombra, como solía hacer en mi adolescencia, empezó a acercarse con pasos igual de pesados que su respiración. Como si estuviera muy cansada. O muy nerviosa o excitada. Mi subconsciente, por supuesto, me decía que era esto segundo: que la sombra estaba muy pero que muy nerviosa por tenerme ahí, a su merced.
Pero, claro, eso era una tontería.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, me di cuenta de que los ojos de la sombra eran de un rojo brillante. Sentí que me miraba, y que mi piel se ponía de gallina.
Mi respiración empezó a agitarse también. Nunca se me había puesto la piel de gallina. Nunca había sentido que me mirara así.
Bueno, quizás es simplemente que no me acuerdo bien de todo, intenté razonar.
Escuché una risa baja, profunda, que se coló en mis oídos como si fuera brea. Abrí los ojos de golpe -aunque no estaba muy seguro de cuándo los había cerrado siquiera.
¿Qué estaba pasando? Nunca había escuchado a mis alucinaciones reír. Para el caso, nunca había escuchado una risa tan... así. Oscura. Densa. Pesada.
Algo no iba bien. No sabía por qué, pero algo no iba bien. Tampoco sabía por qué me ponía así. Ya había pasado por esto. Muchas veces, más de las que me gustaría. Tenía experiencia. No tenía que exagerar así.
No creo que sea exagerar respondió la sombra a mi pensamiento.
¿Cómo?
—Ya nos conocemos desde hace mucho, Juan. Creo que es hora de que hablemos. Bueno soltó otra risa gutural—, todo lo que podemos hablar contigo paralizado, claro. 
Su voz era oscura, pesada, sofocante. Y yo había empezado a hiperventilar. Todas las alarmas en mi cerebro empezaron a saltar una tras otras, potentes como pinchazos en la cabeza. Todas me decían que tenía que moverme. Intenté hacerles caso, de verdad que lo intenté: concentré mis esfuerzos en los dedos de los pies, los de las manos, en la cabeza, los brazos, la piernas, todo. Pero nada funcionó. Lo único que se movió fueron mis ojos, que parecía no poder cerrar, y mi pecho al subir y bajar varias veces por segundo.
La sombra me miró fijamente durante mucho tiempo, al lado del borde de mi cama. Desde arriba. No sabía cómo podía saber eso, ya que sus ojos no tenían pupila: solo un torbellino carmesí que parecía centellear y girar, como si fluyera. Pero aún así sabía que estaba mirando dentro de mí, viendo mi terror. Y que le encantaba. 
—Me ha gustado mucho venir todos estos años. Desde hace varios he estado observando desde fuera, para que no sospecharas, pero creo que ha llegado el momento.
Sentí una presión en la cabeza. Sabía que era su mano. Alargada, áspera como la corteza de un árbol. Pegajosa. Y caliente, muy caliente. Demasiado caliente. Me abrasó, pero no pude gritar. 
—Me va a dar pena que termine nuestro viaje pero verás, me tengo que ir del país un tiempo, y no puedo retrasarlo más. Pero que sepas que te voy a echar de menos.
No entendí ni una palabra. O sea, objetivamente sí era capaz de entender lo que estaba diciendo, a pesar de que arrastraba la sílabas una tras otra, como si fueran una masa densa. Lo que no podía entender era el concepto, lo que trataba de decirme. Simplemente no podía. 
Entonces lo vi. O lo sentí. no podía ver sus facciones, pero sentí que abría la boca. Demasiado. Mucho más de lo que una persona puede abrir la boca. Y sentí algo en el pecho, a pesar de que no me había tocado ahí. 
Me sacó la respiración. La presión continuaba, como un imán que me atraía. Sentí que me iba a estallar la cabeza. 
Entonces se agachó con un ruido como de quejido de madera contra metal.
Es curioso porque se supone que la parálisis del sueño ocurre... bueno, durante el sueño. Lo lógico sería que ahí me hubiera despertado de una pesadilla horrible. Pero sentí que pasaba al contrario, que me quedaba dormido. 
Aunque me equivocaba. No me había dormido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario