Hace unas semanas tuve un periodo en el que estaba muy
motivada escribiendo una de mis historias. Esta historia se suponía que la iba
a enviar a un concurso editorial el uno de septiembre, pero justo acababa de
llegar al Erasmus y me fue imposible. Así que la fui posponiendo y posponiendo,
como suelo hacer con estas cosas, hasta que me puse seria conmigo misma y forcé
a mis musas a que llegaran todas en tropel, a punta de cuenta atrás de la
página oficial del NaNoWriMo para tener algún deadline que me obligara a
trabajar.
Y todo fue bien. Genial, de hecho. Aún no está terminada,
pero llegué a las quince mil palabras, que era mi objetivo. Solo me queda
terminar la última parte y editarla para que al fin esté terminada.
Fue en algún momento por ahí cuando me di cuenta de una
cosa. Si de verdad quería tener algún futuro en el mundo de la ficción, si de
verdad quería algún día poder dedicarme a eso, iba a tener que tomármelo
realmente en serio.
Y llegué a la pregunta:
¿Si algún día me pongo otro de estos retos, y un día antes
de que termine mi plazo me dice alguien de quedar —alguien interesante, como mi novio o mis amigos cercanos,
no cualquier persona—, realmente voy a decir que no por terminar un proyecto
que yo misma me he propuesto?
Y la respuesta
fue que probablemente no.
Eso me
enfadó. Me enfadó bastante conmigo misma, porque no puedo pretender que la
gente me tome en serio cuando ni siquiera yo me tomo en serio y le doy
importancia a lo que hago.
Ahí me
di cuenta de que quizás no era solo yo la que se sentía así. Recordé todos los
comentarios de autores, dibujantes y demás artistas que sigo en mis redes
sociales y tengo en mi círculo de amigos, y me di cuenta de que puede que haya
un problema recurrente por debajo de todo esto.
Siempre
nos inculcan la idea de que lo que hacemos no vale para nada si no cobramos
por ello.
En el
momento en el que hay una comisión, o un contrato de por medio, ahí nadie tiene
problemas en decir “ah, no, hoy no puedo salir”, o “no me voy a poner a ver
esta serie porque tengo que terminar el encargo”. Porque nos están dando un
pago, algo que sí nos parece realmente serio.
¿Pero
qué pasa antes de que empecemos a ganar por lo que creamos? ¿Qué pasa con toda
esa gente que solo necesitaría un par de meses de esfuerzo y centrarse para
empezar a ganar dinero, pero que como en este momento no lo gana, siente que lo
que hace “no es para tanto” y no le da importancia?
Y,
aunque no pretendamos cobrar por ello, aunque nuestro objetivo tan solo sea
crear algo para nosotros mismos o para entretener o alegrar a nuestro
alrededor. ¿Por qué no es eso importante? ¿Por qué no merece la pena como para
poner un poco de esfuerzo y tiempo?
Tengo
la sensación de que a todos los artistas se les ha enseñado que, o eres muy
bueno en lo que haces, o lo que haces es una pérdida de tiempo. Y eso se nos ha
ido metiendo dentro de la cabeza a todos. A todos los que empiezan pero dicen
que solo es un hobbie, o un pasatiempo, o algo que les gustaría hacer “pero sé
que de esto no puedo vivir”. Como si lo que hacen fuera menos valioso por ser
un hobbie, un pasatiempo, o no fuera una fuente enorme de ingresos.
Así que
el objetivo de este post es decirle a todos los artistas que me vayan a leer, y
sobre todo a mí misma, que lo que hago vale la pena. Que lo merece. Que es algo
importante, y que aunque no gane dinero, mi vida va a ganar algo una vez que lo
termine. Puede ser una experiencia tremente, aunque solo sea para darme
confianza —o como me hace gracia llamar a los proyectos a veces, puntos de
experiencia de artista.
No es
nada malo decir a alguien que no vas a quedar ese día porque te has propuesto
terminar un dibujo esa noche, o un relato corto. No es malo forzarte a ello,
porque todos sabemos que no es fácil ponerse siempre y terminar las cosas. Es
algo con lo que hay que luchar día a día, porque los que tienen inspiración y
ganas continuamente son la excepción, pero no la regla. Y eso no es nada malo.
Tampoco
es malo que crear arte, de cualquier tipo, sea un hobbie. No pasa nada si
tienes un trabajo de ocho horas diarias y haces dos encargos de veinte euros al
mes. Aunque solo sean dos, ya es algo que tú y otra persona va a disfrutar. Ya
es algo que todos ganan. Aunque suene cliché, creo que es algo que el mundo
gana.
Las
cosas bonitas, las que te dan motivación y ganas de pasar los días, siempre
merecen la pena. Sea lo que sea.
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